Una gran parte de los enfermos con Alzheimer u otras demencias acabará en residencias geriátricas. En los últimos tiempos se ha abierto camino una corriente que busca cubrir sus necesidades, distintas de las del resto de los ancianos. Estas villas ayudan a los afectados a sentirse casi como en casa.

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Las “Villa olvido” tienen su origen hacia 1992 cuando el equipo de profesionales de una residencia tradicional para personas mayores, al sur de Amsterdam, empezaron a reflexionar sobre los cuidados en personas con demencia. Este equipo, concluyó que, si sus padres sufrían demencia en el futuro, desearían para ellos unos cuidados distintos, en un ambiente más acogedor. Empezaron a experimentar en la propia residencia efectuando pequeños cambios (por ejemplo, una cocina compartida). Después de un tiempo de investigación y reflexión, en 1993, surgió la idea de “vida normalizada a pequeña escala para personas con demencia” y la conveniencia de crear un recurso nuevo con una organización y una forma muy distintos a los existentes. El objetivo era “desinstitucionalizar, transformar, normalizar”. Imaginaron un espacio en forma de pequeño pueblo, especialmente diseñado para personas con demencia. Esta fue la primera “Villa olvido” y se inauguró en diciembre de 2009, en el mismo lugar donde estaba la residencia original y con el mismo nombre.

La nueva instalación ocupó un total de 1.6 hectáreas, alrededor de un 50% de las cuales eran espacio exterior. La capacidad inicial era para unas 135 personas con demencia severa, distribuidas en 23 casas. Se ofreció a cada residente el poder escoger el estilo de vida (urbano, tradicional, indio, domestico, gooi, cultural y cristiano) y se agruparon en función del estilo escogido.

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“Nadie quiere estar encerrado por el resto de sus días ni tampoco vivir al ritmo de lo que otro organiza para ti”, señaló una de las fundadoras. “Queremos tomar nuestras propias decisiones. Queremos seguir viviendo, pero necesitamos apoyo”.

Los residentes de Villa Olvido, todos los cuales sufren de demencia aguda, se mueven por la aldea con libertad e interactúan con sus compañeros. También interactúan con el personal capacitado —médicos, enfermeras, psicólogos, fisioterapeutas y asesores sociales— que supera por mucho la cantidad de residentes y se mimetiza en la vida cotidiana de la comunidad.

Por ejemplo, en el supermercado, los residentes pueden comprar comida, champú o una postal, pero no se usa dinero de verdad y la cajera está capacitada para atender a las personas con demencia. Las casas, las cuales albergan a seis o siete residentes, tienen su sala de estar, cocina, dormitorios privados, un cuarto de lavado y espacios al aire libre, y las 24 horas del día cuentan con apoyo profesional. Solo cuando fallece algún residente pueden llegar nuevos residentes.

La vida en comunidad y el seguir realizando las actividades que uno ha hecho siempre son un complemento necesario y tan importante como cualquier terapia de estimulación, porque las habilidades que uno pierde difícilmente se recuperan después. Las relaciones sociales, el ejercicio al aire libre y la organización de nuestro tiempo son la mejor gimnasia para el cerebro.

Conforme ha aumentado la cantidad de casos de demencia a nivel mundial, durante la última década se han inaugurado más “aldeas para personas con demencia”, en distintos lugares. Pero a los especialistas les preocupa que si la comunidad de atención a las personas mayores pretende mantener el ritmo de los diagnósticos, tiene que haber otro cambio de paradigma importante y rápido.

Los centros para personas mayores construidos a la ‘antigua usanza’ siguen existiendo, pero cada vez son más las organizaciones sociosanitarias que apuestan por desarrollar edificios especializados.

Situación de las distintas «villas olvido» en el mundo:

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Publicación: 24 de enero de 2025
Tipo de recurso: Cualitativa
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