En los últimos tiempos asimilamos como algo normal ver tranquilamente desde nuestros móviles a familias rotas huyendo, por ejemplo, de la invasión de Ucrania. Paradójicamente pronto se cumplirán 90 años de la huida de niños españoles de la guerra, hacia esa antigua Ucrania, entre otros destinos. En 1937 tuvo lugar la primera evacuación planificada de refugiados al extranjero durante una contienda bélica.

La Guerra Civil Española (1936-1939) no solo dejó un país dividido y devastado, sino también miles de historias de desplazamiento, exilio y supervivencia. Entre éstas, destaca la de los llamados «Niños de la Guerra», un grupo de menores que fueron evacuados desde la costa cantábrica, para protegerlos de los horrores del conflicto. Su experiencia, marcada por el desarraigo, la adaptación a una cultura completamente diferente y el anhelo de regresar a su tierra, es un capítulo conmovedor de la historia de España.

La caída del frente Norte se desarrolló desde marzo a octubre de 1937. Ante esta situación, el gobierno republicano, con el apoyo de organizaciones internacionales, organizó la evacuación de miles de menores principalmente a países como Francia, Bélgica, Reino Unido y la URSS. Hubo evacuaciones desde diferentes puertos de Bizkaia, Cantabria y Asturias.

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El viaje en barco era una experiencia traumática para muchos niños, que dejaban atrás a sus familias y su hogar sin saber cuándo regresarían. Muchos de ellos viajaban con una etiqueta identificativa y llevaban consigo solo unas pocas pertenencias. A su llegada a los países de acogida, los niños fueron alojados en colonias infantiles, casas de familias o instituciones educativas. Estos menores, muchos de ellos huérfanos o separados de sus familias, embarcaron en un viaje que cambiaría sus vidas para siempre

Desgraciadamente, el desenlace de la guerra civil y el inicio de la segunda guerra mundial frustraron el deseo albergado por muchos padres de que la ausencia de sus hijos no fuera excesivamente larga.

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Evacuación desde Bizkaia

El bombardeo de Guernica fue un ataque aéreo realizado sobre población civil de esta localidad vasca el 26 de abril de 1937. Todo el plan de evacuación se aceleró y el 13 de junio de 1937, el buque Habana zarpó desde Santurtzi con 4.330 pasajeros, con destino al puerto francés de Pauillac. Desde el puerto francés, 1.475 niñas/os embarcaron hacia Leningrado en el carguero Sontay. El 19 de junio de 1937 (sólo 6 días después), las tropas nacionales entraron en Bilbao.

La decisión de enviar a los niños a la Unión Soviética respondía a la solidaridad mostrada por el gobierno soviético con la República Española. En un principio, los niños fueron distribuidos en diferentes ciudades, como Moscú, Leningrado (actual San Petersburgo), Odessa y diversas poblaciones más. Allí, recibieron educación en español y ruso, y se integraron en actividades culturales y deportivas. Muchos de ellos recordarían más tarde la calidez con la que fueron tratados.

La adaptación a la vida en la URSS no fue fácil. Los niños, acostumbrados al clima templado y al entorno rural o urbano de su tierra, tuvieron que enfrentarse a inviernos gélidos, una lengua desconocida y una cultura radicalmente diferente. Sin embargo, muchos de ellos lograron integrarse y formaron una comunidad unida, manteniendo vivas las tradiciones españolas y el recuerdo de su tierra natal.

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la vida de estos niños se complicó aún más en la URSS. Algunos fueron evacuados a regiones más seguras de la URSS, mientras que otros, ya adolescentes, participaron en la defensa del país contra la invasión nazi. La guerra agudizó su sentido de resiliencia y fortaleza, pero también les hizo añorar aún más el regreso a España.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y la consolidación del régimen franquista en España, el regreso de los «Niños de la Guerra» se convirtió en una cuestión compleja. En 1.953, al morir Stalin, se produce un fuerte movimiento entre muchos jóvenes españoles para retornar, cosa que logran a través de un convenio intermediado por la Cruz Roja. El gobierno de Franco veía con recelo a quienes habían vivido en la URSS, considerándolos potenciales «rojos» o «traidores». A pesar de ello, algunos lograron regresar a España en las décadas de 1950 y 1960, gracias a gestiones diplomáticas. Una vez en España fueron varias veces interrogados por petición de la CIA, durante los años de la guerra fría.

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Evacuación desde Cantabria

En 1937, Cantabria, entonces conocida como Provincia de Santander, era uno de los bastiones republicanos en el norte de España. Sin embargo, el avance de las tropas franquistas y los intensos bombardeos sobre Santander pusieron en peligro la vida de la población civil, especialmente de los niños. El objetivo fue alejar a los niños de los bombardeos y las duras condiciones de vida en las zonas de guerra. Santander sufrió durante la Guerra Civil 34 ataques aéreos, el mayor de los cuales se produciría el 27 de diciembre de 1936.

Santander era un hervidero donde más de 65.000 personas buscaban una salida marítima, teniendo en cuenta el terror que despertaba la represión que los sublevados iban dejando por doquier.

Desde el puerto de Santander, zarparon diferentes tipos de embarcaciones con niñas y niños, junto con más menores de otras provincias. No se sabe con exactitud el número de evacuados, ya que varía dependiendo de las fuentes.

Evacuación desde Asturias

En Asturias la partida se realizó desde el puerto del El Musel el 23 de septiembre, 1937. Eran entre 1.100 y 1.200 niños, mayoritariamente asturianos, junto a otros evacuados procedentes de Cantabria, León, Palencia y País Vasco. Les acompañaron un centenar de profesores y educadores. En el buque Dairiguerme parten más de 1.400 personas rumbo a Saint Nazaire (Francia). Allí tiene lugar el transbordo al Kooperatzia, que zarpa en dirección a Inglaterra. En Gravesend (puerto en el Támesis), 750 pasajeros fueron transferidos al Felix Dzerjinsky, barco gemelo. Ambos navíos llegaron juntos a Leningrado el 4 de octubre de 1937.

Los «Niños de la guerra» son un símbolo de las consecuencias humanas de la guerra y del exilio, pero también de la capacidad de superación y de la búsqueda incansable de un hogar y de una identidad. Su historia nos recuerda la importancia de proteger a los más vulnerables en tiempos de conflicto y de honrar a quienes, lejos de su tierra, mantuvieron viva la llama de la esperanza.

 

 

Publicación: 13 de febrero de 2025
Tipo de recurso: Pacifista